No sé si es el desafío, la recreación y las ganas de juguetear cada vez con una naturaleza más hardcore o si es el sufrimiento, el fracaso o la desesperación lo que me gusta. Con esperanzas mixtas entre gozo y sufrimiento, un desafío inclinado hacia el fracaso, en búsqueda de algo más grande. Sí, algo que sobrepase en mi escala de comercio y de valores comunes, mostrándome una realidad sonriente, seductora, que me consuma en su simplicidad y enraizamiento sobre mis principios, que me prometa entendimiento, para así forjar elasticidad, trascendencia al desconsuelo de la ignorancia, inmadurez ante las emociones de mis pares, mis aliados, los espejos que me dicen cómo caminar, sonreír, correr y reír; carcajadas y gestos sarcásticos hacia mi supuesta blandesa ante lo que al mortal hace sufrir. Son fórmulas y cálculos, acertijos del subconsciente que me tratan como niño, como un imbécil que es finalmente lo que soy y solo ante la destrucción me doy cuenta. Preparado, el escenario que duplica mis miedos al presentarme una alternativa mutante que se esconde en análogo significado mutuo, donde el perfecto espejo que nos une se convierte en la semilla y substrato de nuestro propio reflejo. Obstinado por la perfección de la acción, cuyo fin es el objetivo sin razón más que la explicación de las mismas acciones que, bajo un manto weon, explican por qué estoy vivo y hacia donde va mi pene. Sin saber donde meterse inventa vaginas como refugio, cuevas para lloran y no ser escuchado.
Qué es lo que haré, convertirme en un zombie caminante o seguir webiando con ser un zombie actor que interpreta un zombie caminante que le falta un pierna?
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