3/17/2009

Expulsión

Llegar al punto inesperado en que aparece, en forma insólita, un generoso torrente de respuestas que choca, con asombro, contra el muro petrificado de mi total carencia de preguntas. El golpe brutal de su orfandad que arrebata inmutable todo sentido a su existencia. El vacío convertido en montaña infranqueable. El talento de lo orgánico realizando una perfecta personificación de la materia inerte.

Eros y Tánatos, instinto de vida y de muerte, perdiendo su milenario equilibrio complementario al fundirse en un solo todo, que no es más que la suma de sus partes, sino menos, mucho menos, menos al límite de su completa aniquilación mutua. Corazón que reemplaza el soplo vital por el mecanismo arrendado de un reloj a pilas. Ríos de sangre transformados en cañerías de PVC con aislación térmica de poliuretano. Ojos cuya única finalidad es la de esquivar los objetos con que tropieza el torpe arrastrase de unas piernas que olvidaron el camino. La sonrisa como un tajo al azar. Las manos que no buscan. La piel sintética impermeabilizada. Alimento mínimo, oxígeno mínimo, energía mínima, para un cuerpo que ya crónicamente funciona a centímetros la extinción.

La emoción es una visita no deseada, ante la que cierro las puertas de mi morada sin color. Porque los colores se han fundido también, como excesivos óleos mezclados formando en la paleta un negro sucio que no sirve para pintar el cielo de la noche. Podría arrojarse al hoyo negro en que se ha convertido la estrella del sol. Hoyo negro de inmedible fuerza que todo lo traga y desintegra, escupiendo de vuelta, según ciertos físicos visionarios, algo así como fantasmas.

Un fantasma es el único morador posible en este lugar en que el vacío ha crecido hasta llenar el último rincón. Estado indefinible, el vivir muerto, el ser no siendo. Por fin fue expulsado el dolor ya insoportable. Tras él partió también todo lo demás.

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