5/27/2008

Sin forma y sin textura

Hay un momento en la vida donde todo significado se vuelve una ilusión. Caigo en un vació infinito donde ya no hay nada concreto, donde toda antigua certeza es objeto de risa: “¿Cómo pude pensar eso?”. Le tengo cierta envidia a ese antiguo ser que alguna vez fui… sí, como un dios envidia a un humano. No puedo sobrevivir en esta jungla de abstracción, esta sucesión de pensamientos efímeros carecientes de textura. Me siento solo, muy solo en este mar de vapores. No puedo lograr ser el otro, no puedo salir de esta solitaria realidad, solo puedo pensar y hablar sobre qué tan bella es la existencia, pero sin embargo nunca la he llegado a sentir, solo he sufrido la seguridad de su ignorancia.

En el jardín del individuo se podía observar una gran felicidad que parecía nunca acabarse. Era un jardín lleno de luz y diversidad: animales de todos tipos corrían e interactuaban, jugaban unos con otros hasta que acabase el día, para luego ir a dormir con la esperanza de que el próximo día fuese tan bello como aquél. Pero pasaron los días y algo extraño se podía sentir en el aire: Los animales seguían con su rutina de siempre con una extraña mirada en sus ojos, todo parecía distinto, algo andaba mal. Nadie se dijo nada, cada uno pensaba que estaba enfermo y que pronto pasaría, pero los días pasaron y cada vez se volvía peor y peor. Todos los animales fueron decayendo en la más grande agonía. Ese mundo funcionaba maravillosamente hasta que los individuos que la conformaban se dieron cuenta de su individualidad, de su soledad. El Lobo se preguntaba por el lobo, el oso por el oso, y así. Siempre tuvieron una imagen de una familia, soñaban con aquellas cosas pero nunca los perturbó de esta manera, porque ellos se tenían mutuamente, todos los animales. Tuvo que llegar el día en el que todos los personajes que jugaban entre sí se dieron las espaldas y se olvidaron mutuamente por solo un instante, y ahí fue donde nunca volvieron a mirarse de la misma manera. Todos aquellos seres que habitaban en la danza de mi locura consiguieron su individualidad, consiguieron convertirse en adultos y empezaron a sentirse solos.

No hay nada allá afuera, solo hay más adentro. Los demás espejos de realidad siguen siendo distantes, siguen siendo parte de la luz que nunca me toca. Aunque sepa donde se encuentran no sabría cómo ir a abrazarlos, porque realmente no es un problema de distancia, es solo que no sé donde estoy yo. Por ahí es donde me encuentro, viajando por los pasajes de la realidad, como espectador, un eterno espectador que nunca ha tenido piernas para descansar en un piso. Siempre seguiré volando a través de esta nube sin forma y sin textura que llamo realidad.

La mano en el piso

Al poner mi mano en el piso siento una leve sensación de somnolencia. El frio de la baldosa parece calmar mis sentidos e inducir mi cuerpo en un estado de fresca contemplación. Veo mi mano, mis venas, mis dedos: los puedo mover. Recuerdos del ayer siguen dando vuelta en mi cabeza, me atormentan y en ocasiones me tranquilizan al darme un tiempo de distracción.

¿Qué hay ahí? Es un bicho ¿Qué es un bicho? Un ser vivo ¿Qué es la vida?... compleja pregunta, simple respuesta: Esto. 3 seres que llamo hormigas rodean mi mano, exploran el nuevo aditivo a su experiencia. ¿Qué estoy haciendo?, ¿Quiero matar a esta hormiga? Creo que he hecho eso muchas veces en mi vida y lo he visto hacer a muchos más. El condicionamiento casi me domina, el recuerdo y las ganas de ofrecer un pedazo tiempo a mi presente, un enlace entre este y la memoria; son casi incompatibles, pero luchan por ser amigos.

Vuelvo a contemplar a la hormiga con mi mente en silencio. De pronto algo revelador siento: me veo a mi mismo en la hormiga, un poco torpe, exploradora y sobreviviente. Me pregunto: “¿Cuál es la diferencia entre yo y esta hormiga?”. La respuesta, aunque solo una emoción hasta ahora, me hizo sentir ciego, aún más que esa hormiga, mucho más. Veo en ella la única parte de mi ser que puedo considerar valiosa, la única parte pura, solida…la única certeza. En ella veo eso que llamo experiencia, algunos le llaman conciencia. Quizás no en mi misma manera, es lo más seguro. Yo suelo juntarme con personajes un “poco” más locos, como el Lenguaje, los recuerdos, el tiempo, el pensamiento. Aunque muchas veces peleamos, el caos busca la manera de unirnos; ya desde mi infancia que ha jugado un molestoso papel de sanador.

Hmmm… hormiga, te envidio. Quizás estés más sola, pero indudablemente mucho mejor acompañada.

5/24/2008

Espejo esférico

Toda certeza desaparece, el valor del recuerdo se reduce, todo parece ser un esquicito aditivo a la experiencia. Quizás esa sea la única certeza… sí, aún siendo tan abstracta como los pensamientos, un personaje curioso que a veces le gusta bailar con otro extraño e hiperquinético amigo: el lenguaje. Todo aquí es una sopa de personajes, de artistas y bufones que de una abstracta manera presentan una siniestra obra de surrealismo caleidoscópico ante la única certeza, este ser supremo, quizás un dios, solitario espectador que confunde su riza con su llanto, su asombro con su miedo, el poder y la impotencia, la fantasía y la realidad. Extraño ser dueño de la verdad, extraño ser que ve al tiempo como uno de sus hijos cuya madre es el recuerdo y el miedo a la total locura.

No podemos decir si es adulto o un niño, es algo confuso. Sus ojos son curiosos, pero serenos; sus manos exploran, pero acarician. Parece estar exaltado, precipitado, ansioso, sin embargo su manera de caminar es la de un buda, su curiosidad saciada pero aún despierta.

En un mundo cuyo único pilar es la conciencia, el hecho de dormir es atemorizante. La Nada parece aclarar que ni siquiera el ser supremo es algo real. Aún sabiendo esto el deseo de sobrevivir es predominante. El instinto de sobrevivencia no es más que una ilusoria esperanza a que algún día encontraremos algo palpable.