5/27/2008

La mano en el piso

Al poner mi mano en el piso siento una leve sensación de somnolencia. El frio de la baldosa parece calmar mis sentidos e inducir mi cuerpo en un estado de fresca contemplación. Veo mi mano, mis venas, mis dedos: los puedo mover. Recuerdos del ayer siguen dando vuelta en mi cabeza, me atormentan y en ocasiones me tranquilizan al darme un tiempo de distracción.

¿Qué hay ahí? Es un bicho ¿Qué es un bicho? Un ser vivo ¿Qué es la vida?... compleja pregunta, simple respuesta: Esto. 3 seres que llamo hormigas rodean mi mano, exploran el nuevo aditivo a su experiencia. ¿Qué estoy haciendo?, ¿Quiero matar a esta hormiga? Creo que he hecho eso muchas veces en mi vida y lo he visto hacer a muchos más. El condicionamiento casi me domina, el recuerdo y las ganas de ofrecer un pedazo tiempo a mi presente, un enlace entre este y la memoria; son casi incompatibles, pero luchan por ser amigos.

Vuelvo a contemplar a la hormiga con mi mente en silencio. De pronto algo revelador siento: me veo a mi mismo en la hormiga, un poco torpe, exploradora y sobreviviente. Me pregunto: “¿Cuál es la diferencia entre yo y esta hormiga?”. La respuesta, aunque solo una emoción hasta ahora, me hizo sentir ciego, aún más que esa hormiga, mucho más. Veo en ella la única parte de mi ser que puedo considerar valiosa, la única parte pura, solida…la única certeza. En ella veo eso que llamo experiencia, algunos le llaman conciencia. Quizás no en mi misma manera, es lo más seguro. Yo suelo juntarme con personajes un “poco” más locos, como el Lenguaje, los recuerdos, el tiempo, el pensamiento. Aunque muchas veces peleamos, el caos busca la manera de unirnos; ya desde mi infancia que ha jugado un molestoso papel de sanador.

Hmmm… hormiga, te envidio. Quizás estés más sola, pero indudablemente mucho mejor acompañada.

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